Diálogo interno

No digas «no puedo» ni en broma. Porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio y te lo recordará cada vez que lo intentes
Facundo Cabral

Todas las personas hablamos con nosotras mismas. Es el llamado «diálogo interno». Este diálogo está tan presente en nuestra mente que hemos llegado a acostumbrarnos a él, y hay veces, que ya casi ni lo escuchamos. Como cuando ponemos la radio de fondo.

Sin embargo, y aunque no escuchemos directamente lo que estas «voces interiores» dicen, nos afecta enormemente. Tal y como dice la famosa psiquiatra Anabel González, este diálogo interno es como una banda sonora: tiene el gran poder de hacernos sentir con mucha intensidad.

Y claro que sí, cuando este diálogo interno es agradable, tiene una capacidad maravillosa de automotivarnos, felicitarnos a nosotras/os mismas/os, alegrarnos… El problema es cuando este diálogo nos hace sentir mal.

¿Te has parado a escuchar tu diálogo interno?

Como decía, muchas veces ni escuchamos este diálogo. Pues bien, te invito a pararte a escucharlo.

¿Cómo sueles hablarte a ti misma/o?

¿Qué frases te repites más?

¿Qué te dices cuando cometes un error?

Y lo más importante, ¿Cómo te hace sentir este diálogo interno?

¿Te ayuda o te hunde aún mas?

¿Qué «voces» hay en este diálogo interno?

Para contestar a esta pregunta voy a utilizar la teoría del análisis transaccional. Es una teoría humanista de la personalidad y de la comunicación. Fue creada por el psiquiatra Eric Berne entre los años 50 y los años 60. Es una teoría que se utiliza mucho en psicoterapia (tanto individual como grupal).

Esta teoría propone que todas las personas tenemos tres «estados del yo», que en este caso serían las tres «voces» que mantendrían la conversación interna:

La voz padre/madre

Esta voz tiene que ver con la autoridad. Representa la parte de nosotras/os que se preocupa de lo que debemos hacer, de lo que está bien y de lo que está mal.

Esta voz puede ayudarnos mucho, por ejemplo, cuando necesitamos autocontrol: «relájate, vete a casa que ahora estás muy nerviosa, y ya mañana hablas con esa persona». Es una voz que puede ejercer una autoridad protectora, poniendo límites que nos ayuden a contenernos.

Pero por otro lado, si esta voz es muy dura y muy crítica, puede hacernos daño: «lo has hecho fatal, tendrías que haberte preparado mejor», «así cómo va a quererte alguien», «que inútil eres». En esta versión de la voz padre/madre podemos ejercer contra nosotras/os críticas de forma muy destructiva.

Esta voz suele coincidir con lo que nos decían nuestra figuras de autoridad cuando éramos pequeñas/os. ¿Te has fijado alguna vez?

La voz niño/a

Esta voz refleja todo lo relacionado con las emociones, los sentimientos, la fantasía

Esta voz puede ayudarnos mucho a disfrutar, a ser creativos/as, espontáneos/as…: «¡me encanta este helado!», «voy por el camino largo para disfrutar del paseo», «¡¡que guapo es ese chico, me encanta!!»

Aunque también puede significar nuestra perdición: «¡me da igual tener examen mañana, voy a irme de fiesta!», o nuestra parte más vulnerable: «qué indefenso me siento ante mi jefe, me entran ganas de llorar y me siento incapaz», o «no me dejes por favor, sin ti no puedo».

Al igual que la voz padre/madre, esta voz también es resultado de nuestros aprendizajes vitales. Esta voz, seguramente, se parezca mucho a nuestra voz de cuando éramos niños/as.

La voz adulto/a

Esta voz es la que media entre las dos anteriores. Es la que logra llegar a acuerdos entre el padre/madre y el niño/a, la voz que reflexiona y que toma las decisiones que considera mejor para cada momento.

Por ejemplo: «tengo ganas de ir de fiesta, y sé que me merezco disfrutar. Pero como mañana tengo examen, voy a aplazar la fiesta para mañana por la noche». O «tengo mucha ansiedad ya que hace días que no fumo. Sin embargo, quiero dejar de fumar, así que voy a tratar de relajarme en vez de volver a fumar».

Esta es la voz que vamos trabajando con el tiempo, la que es fruto de nuestra madurez.

¿Qué hago si me doy cuenta de que mi diálogo interno me daña?

“No nos afecta lo que nos sucede, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede”

Epicteto

El primer paso ineludible es darnos cuenta de que nos pasa esto. ¿Y la solución?

Volviendo a utilizar otra metáfora de Anabel González, lo importante es que empecemos a cambiar el piloto automático por el piloto manual. Es decir, empezar a cambiar lo que hasta ahora «nos salía solo».

Y sí, obviamente esto no es fácil. Para conseguirlo necesitamos comprometernos de manera muy firme con nosotras/os mismos. Necesitamos asumir que vamos a tardar un tiempo en cambiar esto, ser pacientes y no rendirnos a la primera.

-Identifica bien los patrones de tu diálogo interno

Con patrones me refiero a lo que le suele repetir en ti. Por ejemplo: «siempre que me equivoco en algo, no puedo evitar sentirme muy culpable y decirme lo idiota que soy».

Una vez que lo tengamos identificado será más fácil pararlo. ¿Por qué? Porque sabré cuando tengo que estar más ALERTA. En el ejemplo anterior, la persona tendrá que estar muy atenta cuando se equivoque.

En la introducción he dejado algunas preguntas que pueden ayudarte en esta tarea. Por si no te han servido te dejo unas cuantas más:

-¿Utilizas palabras cariñosas para hablar contigo misma/o?

-¿E insultos?

-¿Hay veces que te cuesta parar tu diálogo interno? ¿En qué ocasiones?

-¿Por qué tipo de cosas sueles criticarte? ¿Cómo es esta crítica?

-Cuando estás nerviosa/o, ¿qué te dices?

-Encuentra la voz que peor te haga sentir y redúcela al mínimo

Una vez que identifiques esta voz, y que tengas además identificado el momento en el que más salta para poder estar mas alerta, proponte no hablarte de esta forma. Será un trabajo arduo, pero recogerás sus frutos pasado un tiempecito.

Te dejo algunas voces dañinas comunes para darte ideas:

-Voces catastrofistas: «todo va a salir mal», «no voy a poder»

-Voces que insultan: «eres imbécil», «todos/as lo hacen mejor que tú», «si hubieras hecho lo que papá te dijo no lo hubieras hecho tan mal»

-Voces victimistas: «siempre me pasan cosas malas sin que yo haga nada», «no le importo a nadie»

-Voces demasiado perfeccionistas: «no soy lo suficientemente eficiente en el trabajo», «debería ser mejor«…

Una cosa muy interesante para «coger asco» a esta voz tan dañina es decir lo mismo que te dices internamente en voz alta. Normalmente, de esta forma nos damos cuenta de la dureza y destructividad de esta voz y nos motivamos más a reducirla.

Puedes decirte: «sé que va a costarme, pero voy a intentar tratarme de una forma más amable».

-Encuentra la voz que mejor te haga sentir y foméntala

Dependiendo de cada persona, será una voz distinta. Hay personas que cuando lloren les hará mucha falta una voz «padre/madre» que les consuele diciendo «cariño, ya verás que todo va a estar bien». O quizás a otras personas les venga mejor una voz «niña/o» que les invite a disfrutar en momentos de estrés: «anda, suéltate un poco y vamos a bailar que nos va a sentar genial». O quizás a otras personas la voz adulta es la que más calma les de: «Ahora necesitas hablar con esta amiga para desahogarte, y mañana nos ocuparemos de solucionar en problema».

Sea cual sea, identifícala.

Si te cuesta identificarla en ti, puedes pensar en lo que te diría un familiar que siempre te trata muy bien, o una amiga comprensiva. Puedes aprender de esa voz y comenzar a hablarte a ti misma/o de esa manera. También puedes preguntarte: «¿qué diría yo a una persona a la que quiero hacer sentir bien?», «¿cómo la calmaría?. Y decirte esto a ti misma/o. Puedes escribirte una carta desde esta voz comprensiva, y tenerla a mano para leerla cuando sientas que te estás hablando de una forma que no te ayuda.

También puedes tener «en la manga» una frase que sabes que seguro te hace sentir bien y repetírtela varias veces cuando te des cuenta de que te estás hablando mal. Por ejemplo «eres una persona muy válida», «es normal equivocarse», «esto va a pasar»

Y para terminar…

Para terminar quiero decir que identificar nuestros patrones de diálogo interno y cambiarlos no solo mejorará nuestro ánimo y nuestra salud mental, sino que también mejorará nuestras relaciones con los/as demás. Lo explico brevemente con un ejemplo:

Si una madre le dice a su hijo de 19 años: «has hecho mal el recado que te mandé», y el chico le contesta: «siempre me estás regañando, no lo he hecho aposta, pues ya no te ayudo más, estoy harto de ti…»

Si nos pasa algo parecido podemos preguntaros «¿desde que voz le he contestado?». En este ejemplo el chico claramente ha contestado a su madre desde la voz niño.

Quizás podría abordarlo mejor si contestara a su madre desde la voz adulta: «Siento haberlo hecho mal mamá. La próxima vez intentaré hacerlo mejor, aunque también me gustaría pedirte que repartiéramos las tareas porque me siento un poco cansado».

Mucho ánimo con esta tarea, ¡a por ello! Como siempre, no dudéis en contactar con psicólogos que puedan ofreceros ayuda profesional. Para finalizar, os traigo un cuento que me encanta sobre el dialogo interno:

Una noche un anciano indio Cherokee le contó a su nieto la historia de una batalla que tiene lugar en el interior de cada persona. Le dijo:

“Dentro de cada uno de nosotros hay una dura batalla entre dos lobos. Uno de ellos es un lobo malvado, violento, lleno de ira y agresividad. El otro es todo bondad, amor, alegría y compasión”.

El nieto se quedó unos minutos pensando sobre lo que le había contado su abuelo y finalmente le preguntó:

 ”Dime abuelo, ¿cuál de los dos lobos ganará?”.Y el anciano indio respondió: “Aquél al que tu alimentes”

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