Nada de lo que sucede se olvida, incluso si ya no lo recuerdas
El viaje de Chihiro
Los sueños repetitivos o sueños recurrentes son experiencias, cuando menos, intrigantes. Estos sueños repetitivos se producen cuando tenemos emociones no procesadas. Lo explico a continuación.
Índice
¿Qué son las emociones no procesadas?
Las emociones no procesadas son aquellas que todavía no tenemos «cicatrizadas». Son emociones asociadas a recuerdos que, cuando evocamos, aún sentimos muy intensos. Por ejemplo, recuerdos de los que no podemos hablar sin llorar o sin sentir un ataque de ansiedad.
¿Qué es procesar las emociones?
Como ya hemos comentado en varios artículos, las emociones no son porque sí. Las emociones son reacciones fisiológicas que tienen un sentido biológico de supervivencia.
De esta manera, procesar las emociones es entender (consciente o inconscientemente) cuál es esta función biológica de supervivencia de cada una de ellas. Digo consciente o inconscientemente porque el proceso de entender la función de las emociones es casi siempre inconsciente, es decir, que el cuerpo lo hace sin que nos demos cuenta.
Por ejemplo, la rabia sirve para defendernos de los depredadores que nos quieran atacar. Si reprimo la rabia cuando la siento, esta rabia no habrá podido cumplir su función defensiva, y se quedará «flotando» en mi cuerpo sin haber podido lograr su función. O en otras palabras, se habrá quedado sin procesar. Para procesarla bien bastará con que el cuerpo utilice esta rabia para defenderse (proceso inconsciente), o con que yo entienda que me estoy sintiendo así porque mi cuerpo percibe la situación como una amenaza (proceso consciente).
¿Cómo procesamos las emociones?
Nuestro cerebro va procesando los recuerdos según las emociones de cada uno de ellos. Es como si los fuera ordenando en cajones: » el cajón de los recuerdos alegres», «el cajón de los tristes», «el cajón del miedo», «el cajón de la culpa»…
De esta manera, el cerebro va creando un «archivo» al que puede volver cuando no sepa qué hacer. Por ejemplo, cuando yo viva una situación en la que me sienta enfadada, mi cerebro recurrirá al cajón de la rabia para saber qué es lo que tiene que hacer en ese momento.
¿Por qué razones se pueden quedar los recuerdos sin procesar?
La primera razón, que ya hemos comentado más arriba, es porque no entendamos cuál es la función biológica de esa emoción.
Pero hay más casos. Los recuerdos que estén asociados a emociones muy complejas también se quedarán sin colocar, porque nuestro cerebro estará confuso y no sabrá en qué cajón meterlas.
O también se quedarán sin colocar los recuerdos que tengan demasiada carga emocional. En este último caso el cerebro hace un intento de «defendernos» de esos recuerdos tan dolorosos haciendo como si no existieran. Sin embargo, estos recuerdos no desaparecen, y en ocasiones pueden crear mucho sufrimiento pese a este mecanismo de defensa.
También podemos reprimir emociones por la educación que hayamos recibido. Hay familias en las que es muy común escuchar «anda, no llores…» o «no es para tanto». Estas frases que pueden parecer insignificantes, y donde la única intención de quien nos las dice es aliviarnos, puede tener el efecto secundario de que yo aprenda a reprimir mis emociones porque «no son para tanto», «porque no quiero molestar», «porque para qué, sino me van a escuchar…»
En estos aprendizajes también influye el género. Los mandatos culturales asociados al género dejan menos permisividad para la rabia en las mujeres y menos permisividad para el miedo a los hombres, entre muchos otros mandatos. Por lo tanto, a las mujeres les costará más «colocar» las emociones asociadas a recuerdos de rabia y a los hombres asociados a recuerdos de miedo.
También podemos reprimir emociones porque nos den mucha vergüenza. Por ejemplo, si yo me considero una persona muy valiente, me dará vergüenza asumir que estoy sintiendo miedo. Y quizás no solo me de vergüenza, sino que piense que si me siento así es que ya no soy la persona fuerte y valiente que quiero ser.
Estos recuerdos que quedan sin colocar en los cajones suelen ser los más duros de cada historia personal. Por ejemplo, los recuerdos de muertes de seres queridos, agresiones, abandonos, rechazos… Quizás en estos recuerdos haya un poco de miedo, un poco de culpa, un poco de rabia… Y el cerebro colapse. O quizás simplemente sean tan dolorosos que el cerebro nos quiera «defender» de ellos tal y como antes comentábamos.
Entonces, ¿Qué relación tiene esto con los sueños repetitivos?
Toda. Las emociones de las que están teñidos estos recuerdos que han quedado fuera de los cajones son las que van a crearnos, entre otras muchas cosas, los sueños recurrentes.
Durante la fase del sueño llamada fase REM (rapid eye movement), el cerebro intenta volver a colocar esos recuerdos en los cajones. Es un mecanismo que nos ayuda a procesar estos recuerdos emocionales que durante la vigilia no hemos conseguido colocar.
Los sueños repetitivos representan aquellos recuerdos que el cerebro intenta, sin éxito, colocar una y otra vez.
¿Cómo dejar de tener estos sueños?
La respuesta es fácil en la teoría y difícil en la práctica. Coloca el recuerdo en un cajón.
Para ello, es interesante preguntarnos a nosotras/os mismas/os:
¿En qué momentos se me repite más este sueño?
¿Cómo me hace sentir este sueño?
¿En qué momento de mi vida me he sentido igual?
¿Cómo me siento al evocar este recuerdo?
¿Lo tengo bien colocado?
Debemos pensar que si nuestro cerebro ha decidido reprimir ese recuerdo y no puede colocarlo, es porque es algo que le cuesta mucho. Con esto quiero decir que empezar a hurgar en estos recuerdos emocionales puede ser algo complicado y doloroso. Te animo a pedir ayuda profesional si crees que esto puede superarte o crearte malestar. Colocar estos recuerdos es mucho más agradable y seguro si se hace acompañada/o. Muchos psicólogos te esperan para ayudarte.