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Autoestima baja, ¿por qué se da?
En este artículo hablaremos de la autoestima.
Para ello, y en primer lugar, vamos a definir el concepto. La autoestima es la valoración o juicio que hacemos de nosotras/os mismas/os. Podríamos decir que es la opinión positiva o negativa que tenemos de nosotras/os.
Así, estamos hablando de un concepto totalmente subjetivo. No tiene que ver con actos o logros concretos, si no con cómo valoramos esos logros.
Por ejemplo, hay personas que objetivamente son completamente exitosas en ciertos aspectos pero que ellas mismas se perciben como fracasadas. ¿Qué por qué ocurre esto? Continúa leyendo y lo descubrirás.
¿Cómo se forma la autoestima?
He aquí el quid de la cuestión. La autoestima se forma en su mayor parte en la infancia y adolescencia.
El proceso en el que se forma la autoestima consiste en que interiorizamos la forma en la que las otras personas nos ven.
Así, simplificándolo mucho, sería que comenzamos a mirarnos a nosotras/os mismas/os de la misma forma en la que las personas importantes de nuestra vida nos han mirado.
Esta visión del resto que interiorizamos se llega a integrar en nuestra personalidad hasta tal punto en el que dejamos de darnos cuenta de que nuestra autoestima está relacionada con esto. Es decir, se automatiza y comenzamos a dejar de ser conscientes de su origen.
Así, en psicoterapia realizamos este trabajo: comenzar a ser conscientes de cómo se construyó nuestra baja autoestima para así poder cambiarla. Utilizando una metáfora, sería como abrir la «caja negra de nuestro avión» para ver cómo hemos llegado hasta el punto de vernos de forma negativa.
Razones por las que podemos tener una mala autoestima
Influencia negativa de los padres
Si percibimos que nuestros padres han pensado que somos poco valiosas/os, poco importantes, malas/os…. es probable que hayamos interiorizado que lo somos.
Por ejemplo, si mi padre me ha mirado siempre con aires de desprecio, seguramente en lo más profundo de mi yo sienta que soy una persona que no tiene mucha valía.
Esto puede ocurrir directa y contundentemente si somos víctimas de malos tratos infantiles.
Pero también puede ocurrir que nuestros padres sí piensen que somos valiosas/os pero no lo demuestren lo suficiente, o que estén cansadas/os y se olviden de decírnoslo a menudo…
Por ejemplo, puede haber padres muy autoritarios que inculquen a sus hijos/as que nunca son suficientes con intención de que éstos sean luchadores y nunca se rindan.
O puede por ejemplo que nuestros padres nos digan que no intentemos hacer algo porque les da miedo que fracasemos y suframos y no porque piensen que no somos suficientes.
Así, los padres no son siempre malintencionados ni muchísimo menos. Sin embargo, y a veces queriendo lo mejor para nosotras/os, pueden dañarnos de forma indirecta.
Secuelas derivadas de violencia
Hay ciertos tipos de maltrato, como por ejemplo o bullying o la violencia de género dentro de la pareja, que tienen unas secuelas traumáticas enormes. Y entre ellas se encuentra que la persona se vea a sí misma de forma negativa.
Además de cómo nos hayan afectado nuestras vivencias y nuestro entorno familiar, también es reseñable la influencia negativa que los estereotipos sociales pueden tener sobre nuestra autoestima.
Los estereotipos sociales son modelos de conducta que definen cómo debemos ser y actuar en función de cómo seamos. Concretamente, los estereotipos de género son muy dañinos. Algunos ejemplos son: «las mujeres deben querer ser madres», «los hombres deben ser duros», «las mujeres deben ser delgadas para ser deseables»….
Estos estereotipos crean unos estándares que no son realistas ni mucho menos, sanos. Así, si no podemos o no queremos cumplirlos, nos vemos expuestas/os a rechazos o desprecios sociales que pueden dañar nuestra autoestima.
Ideas para mejorar la autoestima:
Lo primero de todo, es importantísimo estar dispuestas/os a cuestionarnos a nosotras/os mismas/os.
Remarco esto porque, casi siempre, la autoestima baja se manifiesta a través de unos esquemas mentales muy rígidos en la persona. Por ejemplo: «Sé que soy fea y punto, esa es mi verdad».
De hecho, estos esquemas son peligrosos, porque nos hacen ver la realidad de forma distorsionada. Por ejemplo, la chica que piensa que es fea seguramente interprete por la calle cosas como «ese me ha mirado porque soy feísima», cuando quizás le ha mirado porque tenía el pantalón del revés, por ejemplo.
Como decíamos, la autoestima se crea en la infancia y es por esto que son esquemas tan rígidos. Pues bien, hagamos el esfuerzo y permitámonos comenzar a cuestionarnos lo que hasta ahora hemos considerado certezas.
La lista de adjetivos
Este ejercicio tiene como objetivo identificar cómo nos ha afectado a nuestra autoestima nuestro entorno familiar:
- Haz una lista de cómo te ves a ti misma/o.
- Al lado, haz una lista de cómo crees que te ve tu padre y al lado haz otra de cómo crees que te ve tu madre.
- Compáralas y reflexiona sobre ello. Seguramente tengan mucho que ver
- Después de esta reflexión, haz una cuarta lista donde describas con adjetivos a tu mejor amiga
- De nuevo, compárala con la tuya. Ahora, pregúntate a ti misma/o: ¿Le juzgo a ella con más o menos dureza que a mi misma/o?, ¿por qué?
Autocompasión
La autocompasión es una herramienta ideal cuando queremos vernos a nosotras/os mismas/os con ojos de aceptación y amabilidad.
A continuación os dejo unas meditaciones de autocompasión muy útiles para ello:
Interioriza a tu mejor amiga
Igual que la mala autoestima se forma a través de internalizar figuras que nos han dañado, también podemos interiorizar figuras sanas para que nos ayuden a mejorar la autoestima:
- ¿Qué le dirías a tu mejor amiga si estuviera pensando sobre ella misma lo que tú estás pensando de ti?
- ¿Cómo la ayudarías a que se viera con mejores ojos?
- Haz lo mismo contigo misma/o
Para conseguir hacer este ejercicio (basado en el maravilloso libro «Feminismo terapéutico» de María Fornet), es importante que sepamos detectar qué pensamientos nos dañan la autoestima. Así, podremos cambiarlos por otros que nos ayuden tal y como explicábamos. Si te cuesta identificar este diálogo interno, lee este artículo.
Haz una lista de momentos de tu vida en los que te hayas sentido bien contigo misma/o
Así, cuando sientas que no vales nada puedes recurrir a esta lista y recordar que sí ha habido momentos en los que te has sentido valioso/a y has demostrado esta valía.
Al lado de esta lista puedes apuntar qué fortalezas mostraste en cada uno de estos momentos. Por ejemplo:
- Cuando pude defenderme de un insulto de mi tía. Fortaleza: valentía
- Cuando pude expresar a mi amiga una cosa que me había molestado. Fortaleza: calma
Body neutrality y body positive
Estos son dos movimientos dentro del feminismo que luchan por la diversidad de los cuerpos y nos ayudan a poder amarlos.
«Body neutrality» nos ayuda a amar nuestro cuerpo apelando que gracias a él podemos estar vivas. Un ejercicio relacionado con esto sería hacer una lista de cosas agradables que podemos hacer gracias a nuestro cuerpo. Por ejemplo:
- Amo mis piernas porque me permiten hacer senderismo
- Me gusta mi piel porque me permite sentir los rayos del sol
- Agradezco mi cuerpo porque gracias a él puedo bailar
Por otro lado, «Body positive» apela más a que todos los cuerpos son bellos, independientemente de su peso, talla, forma, color….
Te animo a investigar más sobre estos dos movimientos si crees que pueden ayudarte.
Y para terminar…
Os dejo un cuento que escribí hace un tiempo relacionado con lo que hemos hablado a lo largo del artículo, ¡espero que os guste!
Las aventuras de Frutilandia
Este cuento tiene lugar en un país llamado Frutilandia. Se llamaba así, efectivamente, porque los seres que vivían allí eran frutas.
Estaba la familia Plantanández, los Naranjalgo, los Uvilla, los Albaricoquez…y así una lista interminable de apellidos.
Pero los que nos interesan en esta historia son los Frambúes. Esta familia estaba formada por el papá Frambú, la mamá Frambú y las hijas Frambú.
La pequeña de las hijas se llamaba Sandía. Ella siempre se sintió fatal con su nombre…¡¿Cómo era posible que se llamara así, siendo ella era una Frambú?! Lo normal era que se hubiera llamado Frambuesa, o Frambuesita, o Frambuela….¡¡no Sandía!!
¿Por qué este castigo, por qué la condenaron a ser diferente y a que encima lo supiera todo el mundo? Este era su sentimiento: ella se sentía inferior, como menos valiosa por ser tan distinta…Ella siempre pensó que sus padres la llamaron así porque no era tan digna de llevar un nombre parecido al de la familia, no estaban lo suficientemente orgullosos/as de ella.
Además, cuando ella decía a sus padres lo mal que se sentía por esto, la mandaban callar:
–¡Deja de decir esas cosas, ya tenemos bastante con sacar a la familia adelante como para estar preocupándonos de tonterías como esas! ¡Tú te llamas así y punto, porque sí!
Así que nada…aunque seguía sintiéndose así, dejó de decirlo. Quieras o no, no fue para tanto, pudo sobrevivir perfectamente aunque a veces esto le hiciera sentir que no merecía muchas de las cosas que los/as demás sí merecían, pero bueno…
Pasaron los días, pasaron los meses y hasta pasaron los años…y Sandía Frambú ya era una fruta joven, casi casi adulta.
Consiguió trabajo en una fábrica de lámparas, donde estaba cómoda y tranquila.
Sin embargo, tenía malestares que le sobrevenían de vez en cuando…Bueno, muy a menudo más bien.
Ella se ponía muy triste, y comenzaba a pensar sin poder evitarlo que no valía para nada, que era inferior que los demás, y que encima era una tonta por pensar eso porque se provocaba ella misma este malestar.
Y así…este bucle sin final.
Un día andaba por la calle, y estando medio mareada de no salir nunca del bucle, tropezó con una pequeña avellana que estaba sentada en el suelo.
– Disculpe Sra Avellaneda, no la había visto- Dijo Sandía en voz baja, como con poca fuerza vital...
–Nada, Sandi, ¿Qué te ocurre? Te veo un poco rara
–Nada…no estoy rara…yo creo que simplemente soy rara.. soy así, pesimista y con demasiada tendencia a ponerme triste y a creerme incapaz de todo. Me pasa muchas veces, soy horrible...
–El otro día te vi pasándolo de maravilla en la plaza con un grupo de frutas… ¡no me dio la sensación de que fueras así!
–Ya…si lo pasé bien pero pocas veces puedo lograr relajarme y estar cómoda…el resto del tiempo estoy depresiva
–No sé Sandi…no me creo que estés siempre así. A ver, dime qué pasa cuando te pones triste, qué hace que se dispare esa tristeza…¿te has fijado?
–Uf, no sé… nada especial, todo
-No, por favor, piénsalo. ¿Es cuando algo te hace recordar que vives sola, o no sé…? ¡Piensa!
–Puede ser que me salte esta tristeza cuando algo me recuerda que no merezco lo mismo que los demás…ay..no puedo hablar de esto sin llorar
-¡Ah! Amiga…fíjate, que no es que seas depresiva…es que hay algo que te hace ponerte triste. Creo que cuando lo que nos pone triste está ahí desde hace tantos años , el momento en que se dispara la tristeza se vuelve casi automático y no nos damos cuenta, como un muelle que salta sin control
–Puede ser Sra, pero aunque fuera así… el muelle está tan fuera de control que ya que más da pensarlo…
–Claro que importa, cariño. Cuando te das cuenta de que realmente esa tristeza tiene una razón de ser, puedes dejar de culparte a ti misma. Y entender, por ejemplo, que cuando algo te hace sentir inferior , el muelle salta con tanta fuerza porque esa sensación ya la habías tenido antes, y está acumulada: la sensación de nunca haber encajado del todo, de nunca haber tenido lo que los demás tenían.
-Ya…no sé
–Sí, Sandi, ¿no crees que yo también me sentiría inferior si nunca nadie me hubiera dicho que no lo soy?
–Pues quizás…
–Yo te quiero decir, que no eres inferior que nadie. Y que para sentirlo de verdad, tendrás que comenzar a re- educar a esos muelles con nuevas directrices…
–Bueno Sra, gracias por los consejos, me iré a casa a reflexionar, porque esta conversación es demasiado intensa para mí… Muchas gracias
–A ti, bonita, por darte la oportunidad otra vez
Sandía se volvió a su casa con la cabeza un poco revuelta…¿Sería verdad que la tristeza vendría por algo y no porque ella fuera así? Es cierto que había pasado así tanto tiempo que ya podían estar saltando los muelles sin darse cuenta… Quizás sí que tuviera esta pena profunda de sentirse inferior, porque en su vida es algo que le había dolido mucho.
La próxima vez que le entrara otro ataque de tristeza se fijaría en ello, y efectivamente, lo que le disparó la tristeza era algo muy relacionado con sus recuerdos más dolorosos. Ella había aprendido a ponerse triste y a quedárselo dentro porque de pequeña no encontró a nadie que la escuchara cuando se sentía así.
Sí, esto será difícil de cambiar, pero Sandi ya sabe la dirección que tiene que tomar… y es, ni más ni menos, que decirse a sí misma que ahora ya es adulta, y no tiene por qué responder a sentimiento de la misma forma en que lo hacía cuando era niña. Podía por ejemplo, fijarse en todo lo que había logrado, en lo valiente y fuerte que había sido, en la capacidad que había mostrado en muchos aspectos…
Y así, construir una nueva forma de afrontar esta emoción.
Sandi se encontró en el mercado con la Sra Avellaneda, y no dudó en decirla:
–Señora, creo que he comenzado a encontrar un poco de sentido a todo esto que me pasa…a encontrar el orden en lo que antes percibía como un caos emocional… La debo un paseo juntas por el frutiparque de la plaza Aguacate. ¡Gracias!
–Me alegro !Eso está hecho, Sandi!
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