Psicólogos y psicología en Galapagar

Metáforas terapéuticas

Una de los grandes objetivos en psicoterapia siempre es dar a la persona que está recibiendo el tratamiento información para que pueda entender lo que le pasa. En la jerga de los y las psicólogas, solemos llamar a esto «dar psicoeducación a la persona».

Así, al igual que un médico debe siempre dar a la persona la mayor información posible sobre lo que le ocurre, en psicología también debemos hacerlo.

Así, la famosa frase de «la información es poder» cobra aquí mucho sentido. Entender qué nos pasa siempre es terapéutico de por sí.

Para esta tarea, y ya que en muchas ocasiones los conceptos a explicar a la persona son complejos, nos servimos de metáforas. A continuación os explico algunas de ellas:

La metáfora de las emociones como mensajeras

Esta metáfora sirve para explicar la función biológica de las emociones y qué hacer para gestionarlas de forma sana. Fue inventada por el psicólogo Gonzalo Hervás («Programa de entrenamiento en procesamiento emocional óptimo»).

«Imaginemos que existe un mensajero que es el encargado de traernos mensajes a nuestra casa. Estos mensajes serían nuestras emociones.

Este mensajero hace siempre muy bien su trabajo. De hecho, nunca falla. Y siempre es tan eficaz porque sabe que el mensaje que tiene que entregar es de vida o muerte para la persona que tiene que recibirlo. Por ejemplo, si este mensajero la emoción que nos trae es el miedo el mensaje es muy urgente. El mensaje podría ser: «¡cuidado, tienes un león detrás y necesitas protegerte!» ¡Y si ese mensaje no nos llega a tiempo podríamos morir comidos/as por el león!

Así, el mensajero viene a traernos los mensajes con su mejor sonrisa. Sin embargo, si no contestamos, el mensajero comienza a insistir con más fuerza. Llama al timbre sin parar, nos llama por teléfono, aporrea la puerta…. Es decir, que el mensajero sube la intensidad de la emoción para que la escuchemos sí o sí.

Si al principio podíamos sentir un pequeño miedo, cuando no abrimos al mensajero y este nos tiene que empezar a gritar, podemos comenzar a sentir ansiedad.

¿Y por qué alguien no iba a querer abrir la puerta al mensajero? Pues porque quizás no ha podido aprender a manejar de forma sana las emociones y entonces las evita, o porque le supone mucho sufrimiento afrontarlas….

Sin embargo, y ya que la emoción NECESITA que recibamos el mensaje para que actuemos en consecuencia, seguirá insistiendo. Puede tirar piedras a la ventana, tirar la puerta abajo…. Estas señales tan intensas del mensajero podemos sentirlas como pensamientos intrusivos, dolores de tripa….

Es decir, que el mensajero no se va a ir hasta que recibamos el mensaje de la emoción. Y esto significa que cuanto antes le abramos la puerta y escuchemos su mensaje, antes se irá.»

Así que sí: cuanto más evitemos las emociones, más grandes se harán. Sin embargo, si escuchamos la emoción y actuamos en consecuencia, esa emoción no habrá sido demasiado intensa y nos habrá ayudado en algo.

Por ejemplo, y como decíamos antes, el mensaje del miedo sería que nos protegiéramos. El del asco sería que hay algo que nos puede hacer enfermar, el de la tristeza que necesitamos consuelo, el de la rabia que necesitamos poner límites o salir de alguna situación.

La metáfora de las emociones como el tiempo meteorológico

Esta metáfora explica cómo regular nuestras emociones. Es una metáfora que la psiquiatra y terapeuta Anabel González explica en su libro «Lo bueno de tener un mal día».

«Las emociones son como el clima. No las elegimos. Aparecen como respuesta a un estímulo externo. Por ejemplo, y como decíamos en la explicación de la anterior metáfora, el miedo aparecería ante un posible peligro.

Por ejemplo, un buen día, en nuestro mundo comenzaría a llover. Evidentemente, no podríamos cambiar la lluvia. Lo que sí podríamos cambiar es cómo afrontar la lluvia. Podríamos fingir que no llueve y salir a la calle sin paraguas ni impermeable y empaparnos hasta los huesos, o podríamos coger nuestro paraguas y salir a saltar en los charcos».

Esto significa que aunque biológicamente no elegimos las emociones que sentimos, sí elegimos cómo las gestionamos. No podemos elegir que algo nos enfade, pero sí podemos elegir si gritamos a alguien o nos vamos a correr o a desahogarnos con una amiga. También podemos elegir no obsesionarnos con la emoción, no utilizar pensamientos que agranden el enfado… En este artículo explicamos varias de estas herramientas de regulación emocional.

La metáfora del teléfono con modo manual y automático

Esta metáfora sirve para explicar cuál es el camino a seguir cuando queremos cambiar algo que hasta ahora nos sale de forma inconsciente:

«Imaginemos un teléfono que tiene dos modos de funcionar: el modo manual y el modo automático. En el modo manual debemos marcar cifra por cifra el número al que queremos llamar. Sin embargo, en el modo automático con que marquemos el botón asignado a la persona que queremos llamar, el teléfono marca automáticamente.

Evidentemente el modo automático es el más cómodo: ahorramos energía y tiempo. Además, así no tenemos que recordar todos los números a los que querremos llamar.

El cerebro funciona de manera parecida. Hay un modo de funcionar manual y otro automático. En el modo manual realizamos cosas específicas que no se pueden automatizar. Por ejemplo estudiar biología, narrar un viaje que hicimos el verano pasado…

Y luego está el modo automático. En este modo hacemos cosas más cotidianas que solemos repetir muchas veces. Por ejemplo: lavarnos los dientes, comer, cerrar la casa con las llaves, etc. Son cosas que hacemos casi sin pensarlas. Así, el cerebro, igual que el teléfono, ahorra tiempo y energía.

Dentro de estas cosas que hacemos en modo automático está la gestión de las emociones. El cerebro memoriza un modo de actuar y lo repite automáticamente. Es por eso que a veces ni nos damos cuenta de que nos hemos enfadado hasta que ya ha pasado un buen rato, o sabemos que nos hemos enfadado pero ni siquiera entendemos por qué hemos actuado así.

Cuando hay algo de nuestro funcionamiento automático que queremos cambiar, al igual que haríamos con un número que se ha grabado de forma errónea, deberemos comenzar a realizar esa acción en modo manual. Deberemos borrar el número automatizado y meterlo en el sistema de forma manual otra vez».

En terapia hacemos eso: cambiar de modo manual a modo automático las conductas que queremos cambiar. Lo que hasta ahora hacíamos «sin querer» tenemos que pasar a hacerlo de forma consciente.

Aunque esto pueda parecer fácil no lo es en absoluto. Neurobiológicamente, significa que lo que hasta ahora estaba almacenado en nuestra memoria procedimental (que sería la memoria que nos hace actuar en «modo automático») tiene que pasar a controlarse a través de la memoria explícita (que es la que nos hace funcionar de forma consciente).

Es verdad que gastaremos más energía con el modo manual, pero ganaremos poder elegir las acciones que llevamos a cabo en vez de que el cerebro repita sin cesar algo que nos puede estar haciendo daño.

Es importante pensar que cuando repetimos algo que nos hace daño es porque en algún momento de nuestra vida el cerebro así lo aprendió. Sin embargo, y con el tiempo, eso mismo puede dañarnos. Siguiendo la metáfora sería seguir marcando el teléfono antiguo de nuestra madre en vez de el nuevo.

Por ejemplo, de pequeña puedo haber aprendido a recurrir siempre a mis padres cuando necesitaba ayuda. Es lo natural y necesario en esa edad. Sin embargo, si ese comportamiento se repite de forma automática cuando ya somos adultas puede generarnos muchos problemas. Ahí sería momento de pararnos a borrar esa «programación» e introducir una nueva más funcional para el momento presente.

Otro ejemplo podría ser una persona que es muy asustadiza y desconfía de todo el mundo. Esa persona de pequeña sufrió bullying, por lo tanto ser desconfiada la ayudaba a protegerse. Sin embargo ahora que ya va a la universidad, le impide conocer gente nueva y relacionarse de forma sana. Ahí seria de nuevo momento de «reprogramarse».

Si deseas comenzar un proceso psicoterapéutico, no dudes en contactar y consultar con psicólogos profesionales todo lo que necesites.

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