Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA)

En este artículo vamos a hablar de los Trastornos de la Conducta alimentaria (TCA). Son trastornos psicológicos que se caracterizan por alteraciones en los comportamientos relacionados con la alimentación.

Los tipos de TCA más famosos son la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa. Pero también existen otros como el «Pica» (donde la persona ingiere sustancias que no son alimentos, como por ejemplo arena o esponjas), el «Trastorno por rumiación» (donde la persona regurgita los alimentos), o el «Trastorno de atracones» (donde la persona presenta episodios recurrentes de atracones sin luego realizar ninguna conducta purgativa).

Cinta métrica

La gravedad de estos trastornos es variable, pues puede haber casos donde la sintomatología sea más leve que en otros. Sin embargo, en los casos donde los síntomas son muy acusados, estamos ante trastornos muy graves. De hecho, la tasa de suicidios es muy elevada en las personas con TCA. Además, al ser trastornos relacionados con la alimentación, la propia desnutrición puede provocar secuelas graves en la persona.

También es interesante saber que tanto los diagnósticos como los ingresos hospitalarios asociados a los TCA han aumentado de forma muy significativa tras la pandemia por coronavirus.

¿En qué consisten los TCA?

«Un trastorno alimentario no es un problema con la comida, es un problema personal que se refleja en la comida»

Manuel Antolín Gutiérrez

Es importantísimo comprender que los TCA van mucho más allá de estar gorda o estar delgada. Es cierto que los cánones de belleza existen y que socialmente hay mucha presión, sobre todo en las mujeres. Es innegable que la influencia de la publicidad y las redes sociales es de mucho peso. Sin embargo, los TCA van mucho más allá de esto.

Para explicar los TCA se suele usar la «metáfora del iceberg«. Así, la punta del iceberg sería el peso, estar delgada o gorda, lo que se come y lo que no…. Es decir, lo relacionado con la alimentación. Sin embargo, debajo del iceberg se encontrarían la dificultad para gestionar las emociones, la baja autoestima, la historia de vida traumática de la persona, las dificultades sociales…. A continuación explicaremos estos factores con más detalle.

Metáfora del iceberg

Factores de riesgo a la hora de desarrollar un TCA

El origen de los trastornos de la alimentación es multicausal. Esto significa que no hay una causa única. Sin embargo, si hay muchos factores que son de riesgo para el desarrollo de estas psicopatologías y que, sumados varios de ellos, pueden dar como resultado el desarrollo del trastorno. Los más importantes son:

Haber vivido experiencias traumáticas

Los TCA están muy relacionados con haber sufrido traumas. Ante ciertas situaciones adversas, la persona puede tratar de encontrar en la comida un refugio para intentar amortiguar el daño.

La comida como forma de sentir control

Una de ellas, y la más principal de todas, tiene que ver con sentir que se tiene el control. Ocurre que una característica principal de los traumas es el descontrol, es decir, que ocurran cosas que están fuera de mi mano. Esa impotencia es muy difícil de gestionar psicológicamente, puesto que no nos permite ningún margen de maniobra. Por ejemplo, sufrir bullying y que sea imposible defenderse, que haya violencia en la familia y que yo no tenga ninguna opción de pararla…

Así, ante un ambiente donde no hay nada que se pueda controlar, el cerebro busca desesperadamente algo sobre lo que sí se pueda sentir control a lo que aferrarse: la comida. La persona encuentra calma en controlar lo que come porque le permite salir de esa sensación de impotencia.

«Controlar la comida me permite sentir orden dentro del caos»

«Si controlo la comida siento que soy capaz de soportar lo demás»

La necesidad de control se relaciona sobre todo con la anorexia nerviosa, pues es un trastorno donde la restricción alimentaria y el control de lo que se come es central.

El peso como forma de protegerse de los abusos

Es importante mencionar que haber sido víctima de abusos sexuales es un factor de riesgo muy importante a la hora de desarrollar un TCA. De hecho, según diferentes estudios, entre el 20% y el 50% de personas que sufren TCA han sido víctimas de abuso sexual.

En caso de haber sufrido este tipo de violencia, donde el cuerpo es violentado de forma directa, es fácil que la persona relacione el trauma con el cuerpo, y se comiencen a desarrollar patologías relacionadas con él como es el TCA.

Puede ocurrir que la persona necesite estar más delgada porque así se sienta más invisible y eso le de sensación de que van a abusar menos de ella. O, al revés, puede ocurrir que la persona sienta que estando gorda van a sentir menos atracción por ella y así van a abusar menos de ella. Un ejemplo de esto último lo relata la autora Roxane Gay en su libro «Hambre, memorias de mi cuerpo». En ambos casos, la persona busca sentirse más protegida a través del cuerpo y la comida.

La obsesión con la comida como forma de evadirse del dolor

Otras veces, en el contexto de estar siendo víctima de violencia, la persona puede usar la comida como distracción del entorno. Así, pensar compulsivamente en las calorías de la comida impide sentir el daño que la están haciendo. O darse un atracón hasta que duela la tripa me hace dejar de sentir otros dolores.

Aprendizajes familiares insanos

La comida está en medio de las relaciones familiares literalmente desde que nacemos. Nuestra madre nos alimenta directamente. Esto hace que la comida muchas veces represente el vínculo con las figuras de apego. A continuación exponemos varias situaciones que pueden ser factores de riesgo relacionadas con la familia:

La comida como herramienta para calmarnos

Si, por ejemplo, mi madre desde pequeña ha utilizado la comida para calmarme, es fácil que yo la use para lo mismo de mayor.

«Anda no llores, vamos a merendar esto tan rico»

«Ven que te preparo tu comida favorita y se te olvidan todos los males»

Así, la comida puede convertirse en algo a lo que recurrir cuando sentimos malestar. Esto en sí no será problemático. De hecho, todos usamos la comida para calmarnos en cierta medida. Pero sí puede convertirse en algo insano si es nuestra única herramienta de regulación o si abusamos de ella.

Esto se da sobre todo el la bulimia y en el trastorno por atracones, donde la persona come mucho de golpe en una pérdida de control. Realmente, en muchas ocasiones ocurre que se dan el atracón porque buscan en la comida esa calma que aprendieron que les daba la comida. Es decir, que aunque evidentemente sea algo destructivo y sus consecuencias sean muy dañinas, la intención inicial de la persona es sentirse mejor.

Esto es a lo que se suele denominar «hambre emocional», haciendo referencia a la comida que ingerimos por hambre de calma, de bienestar, de consuelo, de premio….en vez de por hambre fisiológica.

La delgadez como valor

También puede ocurrir que en las familias haya una «cultura de la dieta», donde por ejemplo la madre esté a dieta siempre y trasmita mensajes como que «hay que estar delgada para dar buena imagen«, que «hay alimentos que no se pueden comer porque engordan«, «delgada vas a gustar a más chicos y no te quedarás sola«, «estás más guapa ahora que has adelgazado»… Y que así se interioricen estas creencias y sustenten una relación insana con la comida. En este caso, la persona podría no comer para adelgazar y que así la aceptaran o que sus padres estuvieran orgullosos de ella.

Os recomiendo la película «Hasta los huesos» de Netflix. La protagonista sufre anorexia, y en el filme se hace mucho hincapié en cómo la afectaron sus relaciones familiares en el desarrollo de su trastorno.

Madre e hija cocinando juntas

Figuras muy críticas en la familia

Como explicamos en el artículo sobre «diálogo interno«, tener una persona en la familia que sea muy crítica con nosotras puede tener como consecuencia que interioricemos esa voz y que entonces seamos nosotras las que nos hagamos esa crítica destructiva.

Las personas con TCA suelen tener este rasgo en común: son muy críticas consigo mismas. Esta voz interior, mezclada con otros factores de riesgo, puede suponer un coctel muy peligroso: la delgadez puede vivirse con algo a lo que aspirar y engordar puede suponer un fallo que la persona no se permite.

En la anorexia la persona puede sentir que engordar supone un «error» que no puede tolerarse a sí misma.

Y en la bulimia, suele ocurrir que la persona se autocastiga muchísimo después de un atracón. En este autocastigo, y en un intento de retomar el control y sentir que hace las cosas bien, compense el atracón de forma tan estricta (vomitando, con laxantes, etc) que acaben de nuevo volviendo a darse un atracón. Así, entran en un ciclo del cual es muy difícil salir.

En el trastorno por atracones se suele decir que la persona se «traga todo», es decir, que no expresa sus emociones. Normalmente, por complacer y mantener esa imagen de perfección, la persona se da un atracón para «taparse la boca» y evitar expresar cosas que puedan suponerla problemas posteriores.

¿Cómo se tratan los TCA?

Los TCA suelen necesitar un tratamiento multidisciplinar, es decir, que suelen ser necesarias intervenciones desde varias áreas profesionales. Como siempre, dependerá del caso, pero suelen ser necesarias la intervención de psicólogas, psiquiatras y nutricionistas. Evidentemente, si el caso es muy grave, será necesario que la persona reciba tratamiento hospitalario o en un centro de día hasta que esté estable. Cada tratamiento será individual y diseñado en base a las necesidades de cada persona.

Dentro de la psicoterapia, estos serán algunos de los objetivos que perseguiremos (aunque como decíamos, nos adaptaremos siempre a las necesidades de cada persona):

Resiliencia y curación

Entender el origen del trastorno y la función de los síntomas

“No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”

Aristóteles

Es importantísimo que la persona entienda qué factores han influido en el desarrollo de su TCA. Porque como decía Aristóteles, hasta que no sepamos cómo se han aprendido estas conductas no podremos empezar a desaprenderlas. Además, necesitamos saber qué función ha cumplido el TCA en su historia. Como comentábamos antes, hay veces que el TCA ha ayudado a la persona a sentirse aceptada, protegida, con sensación de control…

Esto es algo que la persona no ha realizado de forma consciente. Por ello, es vital trabajar desde la idea de que la persona nunca es culpable de su TCA. De hecho, hay veces que el cerebro llega a «auto engañar» a la persona hasta el punto de hacer que vea su cuerpo de forma distorsionada (es la llamada distorsión corporal). Es decir, que todos estos mecanismos que la persona ha desarrollado en relación a la comida son completamente automáticos. Para poder desautomatizarlos, el primer paso es hacerlos conscientes.

Aprender herramientas de gestión alternativas a los síntomas

En primer lugar, deberemos estudiar bien el funcionamiento de los síntomas. Cuanto más sepamos cómo funcionan, más podremos manejarlos. Así, será necesario identificar qué provoca que la sintomatología se dispare, los antecedentes y las consecuencias de las crisis, cómo van aumentando los síntomas de intensidad, qué factores los hacen aumentar, qué señales de alarma dan los síntomas antes de aparecer…

Y una vez que sepamos todo esto, nos pondremos a trabajar en que la persona aprenda a darse a sí misma lo que necesita a través de herramientas sanas para ella.

Por ejemplo, si los atracones calman a la persona, necesitamos que aprenda a calmarse de otra manera (como por ejemplo relajaciones, crear dentro de sí misma una voz compasiva que la consuele, aprender a pedir ayuda…).

O si estar delgada sirve a la persona para que sentirse más protegida, necesitamos que aprenda otras formas de defenderse (aprender a poner límites de forma asertiva, a canalizar la rabia de forma sana…).

O quizás la persona necesita sentir autorrealización y buena autoestima a través de otra forma que no sea estar delgada.

En otras ocasiones, será necesario trabajar para que poco a poco deje de haber distorsión corporal.

También habrá que tener en cuenta que, posiblemente, habrá que «reeducar» a la persona a que aprenda a identificar sus señales de hambre y de saciedad, ya que probablemente habrán quedado alteradas por los efectos del trastorno. Así, la persona podrá ir comenzando a comer en base a sus necesidades fisiológicas y podrá ir cubriendo sus necesidades emocionales a través de otros medios.

Modificar las creencias disfuncionales

Aquí nos tocaría cambiar lo que más abajo estaría en el iceberg: las creencias disfuncionales. Las creencias son las ideas que la persona tiene sobre ella misma o sobre el mundo que son limitantes e insanas. Por ejemplo, serían ideas del estilo «si no estoy delgada no me van a querer» o «si engordo voy a dejar de sentir sensación de control». Es importante que la persona vaya pudiendo modificar estas ideas e introducir creencias alternativas que sí sean funcionales, como por ejemplo «soy querible por muchas más cosas más allá de cómo sea mi cuerpo» o «puedo aprender a sentir sensación de control a través de otras cosas que no sean la comida».

En este momento del tratamiento también solemos cambiar creencias asociadas a los roles familiares. Por ejemplo, podemos tratar de modificar creencias tales como «si yo me curo mi familia se va a separar» por otras más sanas como «si mi familia se separa yo no sería la culpable».

Para modificar estas creencias se utilizan diferentes técnicas, como siempre, adaptándonos a cada persona: trabajando con las diferentes partes del mundo interno, haciendo EMDR, usando metáforas terapéuticas…

Como veis, el tratamiento tiene que ser muy personalizado. Es un trabajo duro y constante que es imprescindible hacer de la mano de psicólogos profesionales. Si necesitas ayuda, no dudes en contactarnos.

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